Varias parejas de alumnos de nuestro cole han participado en el II Certamen de Poesía Leída en Voz Alta (Versícolas).
VERSÍCOLAS es un concurso de lectura de poemas en voz alta para escolares de Primaria de la provincia de Málaga que fomenta una lectura comprensiva que a su vez ayude a comprender lo que quieren decir los versos leídos.
Doce parejas, de siete colegios diferentes, han pasado a la final que se ha celebrado hoy. Sergio y Rosa han representado a nuestro cole, presentando y leyendo magníficamente bien un poema en prosa de Josefina de la Torre, autora de la
Generación del 27.
Para finalizar, cada participante ha recibido un diploma en el que se le nombra versícola, así como un vale para canjear por libros en la librería Agapea.
Ha resultado un acto sencillo y bonito, donde los niños han sido los únicos protagonistas y han disfrutado tanto leyendo como escuchando poemas y prosas poéticas escritas por autores de la Generación del 27.
El haber participado y vivido esta experiencia es el mejor premio.
¡¡FELICIDADES!!
¿Queréis saber lo que han leído Sergio y Rosa? Aquí lo tenéis:
Josefina de la Torre nació en Las Palmas de Gran Canaria
en 1907, en el seno de una familia dedicada por entero a las artes.
Aunque
se la conoce fundamentalmente por su obra poética, fue también
novelista, cantante lírica y actriz.
Además,
es una de las pocas escritoras vinculadas a la Generación del 27.
Su
obra se centra en temas como la muerte, la soledad, la infancia…; pero entre
todos destaca uno en especial: el paisaje insular, concretamente el mar y la
playa.
En el
poema en prosa que va a leer mi compañera Rosa, Josefina evoca su infancia
isleña.
Desde la esquina bajábamos al muro, corriendo, y
saltábamos ligeras, unas tras otras, volviendo a subir y a saltar.
Una voz, de vez en cuando, gritaba: ¡cuidado; se van a
hacer daño! Pero no hacíamos caso.
Al saltar nos gustaba mucho ver flotar en el aire los
encajes y los vuelos de los delantales como alas de mariposa.
Una tarde, al saltar, una de las pequeñas se hizo daño
en un pie.
Al ver la sangre en la sandalia blanca nos unimos
todas temblorosas. La pequeña se asustó y comenzó a llorar.
Desde aquel día nos prohibieron ese juego, y pasábamos
ante el muro deprisa para no caer en la tentación.
Esta tarde contemplo el muro pequeño, donde saltaron
tantas veces mis siete años de tira bordada. Y siento un hondo desconsuelo de
no poder saltar ahora, y mi pensamiento está saltando por el muro.
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